jueves, 21 de noviembre de 2013

Un convento por descubrir.

Hoy hablaremos de una de las joyas que nos quedan de finales del siglo XVI. Se trata del Convento de los Ángeles.



 
Estamos ante uno de los 11 conventos masculinos franciscanos que tuvo la provincia de Málaga, amén de 5 de la rama femenina y sin contar a la rama capuchinera.


El Convento está relacionado con los Torres, los cuales poseían el título de Conde de Miraflores, que fueron una familia muy importante en la promoción artística de signo eclesiástico privado del renacimiento en Málaga. Esta familia ya estaba ligada con los franciscanos, de tal forma que en el Convento de San Luís el Real ya tenían capilla de enterramiento. Luego pasaron posteriormente a la Catedral y de aquí a extramuros de la ciudad en unos terrenos propios cerca del actual barrio de Miraflores,  donde construyeron el Convento de los Ángeles. Los Torres tenían cierta vinculación con esta advocación, por lo que no consideramos descabellados que la Virgen de los Ángeles que hoy cobija sus bóvedas esté relacionada con esta familia (no lo afirmo al no tener alguna investigación por escrito de la misma, pero teniendo en cuenta que esta Virgen pasó por los templos anteriormente mencionados, no creo que quepa duda de ello). Las obras comenzaron en 1575 y se bendijo el 2 de Agosto de 1585, festividad de su advocación. Dentro del Convento, los Torres tendría una habitación apartada para uso particular.

El lugar no fue al azar, sino que los Condes eligieron ese lugar debido a que la tradición popular aseguraba que era allí donde fueron enterrados los patrones de la ciudad, San Ciriaco y Santa Paula. Por esta razón, el convento se convirtió en zona tremendamente concurrida por los peregrinos. Por lo que los franciscanos ampliaron la hospedería. También fue lugar de campo de desafía y escenarios de duelos y contiendas para la nobleza del siglo XVII.

Tras la desamortización en el año 1837, pasando por múltiples usos hasta llegar al actual, residencia de ancianos.

La Iglesia es de una sola nave con Capilla Mayor elevada de planta cuadrada con casquetes semiesféricos sobre pechinas. El techo de la nave posee una armadura de madera con tirantes.

Aun lado dejaremos la escultura que recientemente fue restaurada, así como comentarios al retablo, ya que quedará un artículo demasiado largo.

En cuanto al conjunto pictórico debemos de distinguir dos fases. La primera a las décadas centrales del siglo XVII correspondiente a la bóveda y pechinas, y la segunda toda el entorno del retablo correspondiente a la segunda mitad del siglo XVII y principios del XVIII.

A la hora de decantarse por la ornamentación, estos decidieron simular yesería. En la bóveda encontramos un “anillo de celdas poligonales con triglifos en los ejes principales que sirve de arranque a un arquitrabe moldurado con entrantes y salientes que crean juegos de profundidad. Desde ahí, la superficie semiesférica se ve invadida por una deslumbrante sucesión de roleos, filacterias, cintas papeles y pergaminos con rebordes recortados con delicados tallos y floraciones de acanto entre cuyos vástagos, volutas y enroscadas foliaciones se sitúan graciosos ángeles niños, más bien puttis, que juguetean con las hojas y cartílagos o bien tocan instrumentos musicales. La ornamentación se somete […] a un carácter radial que nace de la cartela ovalada central en la que figura la paloma del Espíritu Santo rodeada de cabeza de querubines entre cabujones de joyería que simulan incrustaciones de piedras preciosas.”

Las pechinas continúan simulando la decoración del estucado. Aparecen unos niños que sujetan unos tondos que muestras los cuatro pontífices franciscanos. En todos ellos aparece el nombre, el año de su elección, así como la tiara y las llaves.

Tras esta decoración, se comenzó a los años con las que hay por encima del retablo. Esta difiere estilísticamente de la cúpula puesto que en las anteriores se aprecia cierto manierismo, mientras que en la segunda fase es plenamente barroco.

En la segunda fase, el espacio entre el retablo y la cúpula  se resolvió con un “friso idéntico al anillo de la cúpula que hace las veces de basamento para una estructuras, a modo de triple portada, cuyo cuerpo central adquiere mayores proporciones en atención a su importancia jerárquica. Su morfología, inspirada en frontispicios librescos, implica una variante convenientemente barroquizante del esquema seguido en el retablo-tabernáculo inferior, al encastrar un espacio rectangular intermedio entre columnillas corintias de fuste liso y retalladas en el primer tercio de la caña con mascarones de seres quiméricos de inequívoca evocación grutesca. Cierra la composición un movido arquitrabe quebrado y moldurado, interrumpido por cartelas de hojarasca carnosa para los rótulos identificativos de los asuntos representados. Entre ellas nacen medios frontones alabeados, ribeteados con roleos, que convergen en airosos pedestales adornados con penachos de acanto sobre los que aparecen las Virtudes Teologales (estando la Fe coronando la composición y dejando la Esperanza y la Caridad bajo ella) y sendos ángeles con los atributos de la Pasión en los salientes de la portada principal. Turgentes floraciones de acanto salvan el desnivel y el espacio libre entre las arquitecturas y el medio punto del testero, incluyéndose también niños puttis.”

Los tres cuadros de caballete que están incluidos son los de San Francisco, San Buenaventura y Santa Clara. Estos torpes cuadros de caballete y los de las pechinas contractan con la calidad de las pinturas murales.

Decir que existen algunas catas hechas a la Iglesia y revelan que los muros blancos ocultan más pinturas murales.


La información está sacada del Boletín de Arte Nº 19, del artículo: “Lo fingido verdadero: La decoración mural del antiguo Convento de los Ángeles y el ilusionismo arquitectónico y figurativo”. Las fotos proceden de La Opinión de Málaga, salvo la mía que está sellada y hecha por móvil.






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